Se podría esperar que desde la filosofía de la ciencia nos dispusiésemos ahora a abordar asuntos como el viejo problema de la demarcación entre ciencia y pseudociencia. Ciencia y opinión. Doxa y episteme. Pero no es aconsejable echar vino nuevo en odres viejos, aunque más bien a veces estemos llenando de viejos vinos pretendidos odres nuevos.

Más allá de The view from nowhere, se trata de comprender The view from somewhere (que, dicho sea de paso, no conduce irremediablemente a ningún tipo de relativismo radical) (vid. Amartya Sen, Positional Objectivity, Philosophy & Public Affairs, Vol. 22, No. 2,1993, pp. 126-145)

Hemos pasado de la época en que la filosofía de la ciencia se preocupaba fundamentalmente por analizar la ciencia como producto, estudiar su estructura lógica, sus modos argumentativos y se está avanzado hacia el estudio de las prácticas científicas. Se trata de comprender a los agentes científicos y la conformación de las agendas tecnocientíficas (¿quién las marca, establece y evalúa?)

La filosofía de la ciencia del siglo XX se centró en el conocimiento científico (teorías, leyes, hipótesis, conceptos, observaciones, hechos, datos, etc.) y por ello resultó marcada por una fuerte impronta epistemológica y metodológica. Por ejemplo, la pertinaz distinción entre contexto de descubrimiento y contexto de justificación, así como la priorización de éste último como tema específico para los filósofos de la ciencia, tuvieron mucho que ver con una casi sistemática falta de atención hacia la praxiología de la ciencia. El panorama ha cambiado desde finales del siglo XX. Aunque se sigue investigando en epistemología y metodología, cada vez son más los que piensan (pensamos) que la filosofía de la ciencia debe ocuparse de la(-s) práctica(-s) científica(-s).

Si nos centramos en la actividad científica y la estudiamos empíricamente, tal y como se manifiesta en la praxis de los científicos, cabe distinguir cuatro grandes contextos de la actividad científica: educación, investigación, evaluación y aplicación. La filosofía de la práctica científica debe ocuparse de los cuatro, no sólo de la investigación científica. Las acciones que se llevan a cabo en cada uno de esos contextos son diversas. Todas ellas son objeto de los estudios praxiológicos de la ciencia, no sólo las acciones orientadas a la búsqueda o a la sistematización del conocimiento científico. Algo que en los espacios prácticos de la actividad científica aparece cada vez más claro, para ello bastaría recordar la enorme importancia dada a la transferencia de conocimiento y la relevancia mayúscula de la innovación. La teoría de la acción y las restantes propuestas conceptuales que aceptemos en filosofía de la práctica científica han de ser válidas para esa diversidad de prácticas, y en particular para las acciones educativas, investigadoras, evaluadoras y de aplicación (incluidas transferencia e innovación) . (Algunos detalles de esta línea de trabajo pueden verse en el artículo siguiente de J. Echeverría y J.F. Álvarez)

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